El filósofo siberiano Nikolai Karpitsky hizo una ponencia sobre “La guerra y la crisis de la identidad religiosa”

El filósofo siberiano Nikolai Karpitsky, quien hoy vive en la frontera de la guerra, en Slóviansk, en la región de Donetsk, hizo una ponencia sobre “La guerra y la crisis de la identidad religiosa”, en la que afirmó que el problema de la disidencia religiosa nace cuando “las reglas eclesiásticas y canónicas se vuelven rígidas y no permiten ninguna opinión interna en contrario… en tiempos de paz estas oposiciones pueden pasar desapercibidas, pero la guerra las pone en evidencia”. El considera que el mecanismo de transformación de la religión en ideología se activa cuando "la tensión a proponer las propias posiciones morales en la sociedad se traduce no en una prédica religiosa, sino en una pretensión respecto a todos, incluso contra los que defienden otras convicciones". En este caso se apela a la “ideología de los valores fundamentales”, que en realidad son una “imitación de la religión” que transforma la fe en una “parodia a favor del poder”.

Esta es, de hecho, la parábola del “renacimiento religioso” de la Rusia postsoviética, que ha seguido sometiendo la religión a la ideología, obteniendo un resultado aún más opresivo que la propia propaganda del ateísmo de Estado. Karpitsky define la ortodoxia obligatoria de los rusos actuales como una obradoverie, una “creencia ritual” acrítica que se somete a las autoridades religiosas y observa sus prácticas formales, que “se adaptan a las condiciones sociopolíticas y terminan sirviendo únicamente al poder político reinante”. Básicamente esta era también la interpretación de la ortodoxia en la época soviética, contra la cual reaccionaba la disidencia religiosa del padre Gleb Jakunin y de muchos otros, como el padre Aleksandr Men, asesinado en 1990 por las fuerzas oscuras del régimen que estaba cambiando de piel para no perder su poder. La ideología de los valores termina proyectándose como una visión imperial y universal, que se remite a la voluntad del Altísimo como fuente de todo principio de orden mundial y termina justificando la dictadura y la guerra contra los "enemigos de la verdadera fe".